Concibiendo la negociación como un proceso.
El “Método Harvard” concibe la
negociación como una mezcla de arte y ciencia. Partiendo desde la premisa de
que “Siempre habrá Conflictos”, los creadores del método estructuran
su estudio sobre el convencimiento de
que saber negociar para resolver problemas, hacer negocios,
crear consenso, evitar la violencia y resolver las disputas irresolubles es una
competencia que es vitalmente necesaria en el mundo (Samuel
Williston, President of Program on Negotiation at Harvard Law School).
Son muchas las virtudes destacadas por la doctrina especializada sobre
el Método Harvard. De todas ellas, una de las características más notables es
su propósito constante de objetivizar la negociación, de forma que se minimicen
lo máximo posible aquellos factores cuya influencia puede escapar al control de
los negociadores. También es importante resaltar el uso reiterado de
herramientas e instrumentos prácticos y reales para ayudar al negociador a conseguir
el mejor acuerdo posible.
Siguiendo con estos criterios, vamos a comenzar por enmarcar la
negociación dentro de un contexto de herramientas propias de la gestión empresarial. Es
habitual en la empresa actual hablar de procesos. Son varias las explicaciones
que del término podemos encontrar. “Podemos
entender un proceso como una secuencia de actividades que tienen la finalidad
de lograr algún resultado, generalmente crear un valor agregado para el cliente” (Evans y Lindsay, 2000).
Otra
definición interesante de proceso es la que refiere que “un proceso implica el uso de los recursos de una organización, para
obtener algo de valor. Así, ningún producto puede fabricarse y ningún servicio
puede suministrarse sin un proceso, y ningún proceso puede existir sin un
producto o servicio” (Krajewski y Ritzman, 2000). La serie de Normas de Calidad ISO 9000:2000 en el
apartado 3.4.1 define un “Proceso” como: “Conjunto
de actividades mutuamente relacionadas o que interactúan, las cuales
transforman elementos de entrada en resultados”. De estas y otras acepciones del termino, podemos
concluir que un proceso está constituido por un conjunto de actividades
interrelacionadas, que persiguen la creación de valor y que su salida final es
la conformación de un bien o servicio para un cliente que puede ser interno o
externo a la organización.
Extrapolando
la idea de proceso al ámbito de la negociación encontraremos más ventajas que
inconvenientes, ya que, es posible estructurar la negociación en torno a una
serie de fases a seguir de forma ordenada, así como planificar movimientos y
adelantarse a los imprevistos. Por otro lado, entender la negociación dentro
del marco de un proceso no significa trabajar dentro de un esquema cerrado de
actuación, como un corsé que nos impide disfrutar de la agilidad necesaria para
adaptarnos a las particularidades de la negociación. El proceso de la
negociación debe estar en continuo movimiento y abierto a nuevas mejoras que
permitan enriquecer el número de posibles soluciones.
Por la propia naturaleza viva y dinámica
de la negociación, resulta difícil establecer una secuencia de etapas o fases
de un teórico proceso. Sin embargo, trabajando sobre este propósito, Munduate
(1992) recogió un modelo que sintetiza lo que puede entenderse como las etapas
esenciales de un proceso negociador. Así podríamos hablar de una Fase de Preparación en la que las
partes implicadas en el conflicto tendrían que preocuparse por planificar
aspectos tales como la naturaleza de la controversia, determinar sus propias
metas y objetivos, establecer una lista de posibles concesiones a la otra
parte, desarrollar un plan estratégico y preparar una posible alternativa para
el caso de que no se logre un acuerdo.
En la Fase de Confrontación las
partes ponen sobre la mesa el nivel máximo de las aspiraciones que esperan
alcanzar. Se trata de una fase en la que las partes pretender hacer ver a la
parte contraria la fortaleza de sus posiciones. Sirve además para que los
negociadores salven su imagen frente a sus representados, ayuda a clarificar
prioridades, posibilita el ejercicio de acciones de tanteo y regateo, y se
explicitan las divergencias existentes.
La tercera fase es la llamada Fase de Aceptación del Marco Común. Existe un momento en el que las partes
deben dilucidar si adoptan una postura competitiva, de colaboración o de cesión
absoluta y en virtud de esta elección ir distinguiendo aquellos elementos que
posibilitan el acuerdo de aquellos otros que lo dificultan.
Durante la Fase de Presentación de Ofertas se materializan las
proposiciones de una y otra parte, hasta que se van acercando las posiciones
que permitan el acuerdo final. Por último, en la Fase de Cierre se
pretende refrendar los puntos de acuerdo con la precaución de no provocar que
matices nuevos puedan reabrir el proceso.
Cada una de estas fases exige un trabajo
particularizado pero al mismo tiempo complementario con el resto. Recordemos
que la suma de actividades es lo que conduce al resultado final. Para su
correcta realización es necesario dotar al operario involucrado en el mismo, es
decir, en nuestro caso, el negociador, de unas herramientas que le faciliten la
realización de la tarea.
La columna vertebral del “Método Harvard” está integrada por estas
herramientas, los llamados “Siete Elementos”. Estos actúan como instrumentos
puestos al servicio del negociador para ayudarle a diseñar la estrategia global
y las tácticas a emplear en cada una de las fases del proceso.
Vamos a estudiar
cada uno de ellos siguiendo como guía una situación real.
Un abrazo.
FIM.
Un abrazo.
FIM.
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